Los caracoles son un amplio conjunto de animales de la clase gastropoda que habitan en la tierra, en los ríos y lagos e incluso en el mar. En esta entrada compartimos información sobre los caracoles: sus características, alimentación, hábitat y longevidad.
El caracol es un molusco gasterópodo con concha que se encuentra distribuido en distintos hábitats y ambientes. Pueden encontrarse en zonas desérticas, pantanos, ríos y hasta en las profundidades abisales de los océanos. Si bien los caracoles terrestres son los más conocidos por el hombre, la verdad es que existen muchas más especies de caracoles marinos. Los caracoles marinos y terrestres cuentan con diferencias anatómicas que les hacen posible la vida en sus respectivos entornos. Los caracoles marinos poseen branquias, mientras que los caracoles terrestres tienen pulmones. En ocasiones es difícil saber cuándo se trata de una especie de caracol que vive en el agua o en la tierra, pues muchos son anfibios y viven entre la tierra y el agua dulce o entre la tierra y el agua del mar. Los caracoles que cuentan con esta capacidad para vivir en el hábitat acuático y a la vez en el medio terrestre son los más antiguos, estos tienen branquias y un opérculo, por eso los biólogos los conocen como caracoles operculados.
Aunque los caracoles son considerados un vector de parásitos y ciertas enfermedades, algunos caracoles (tanto de mar como de tierra) son comidos por el hombre en distintas regiones del mundo. Los expertos y la evidencia arqueológica señalan que la tradición de comer caracol se inició en el pleistoceno, posiblemente en el norte de África y de ahí se extendió a toda la región del Mediterráneo. Desde tiempos remotos los hombres de distintas sociedades han utilizado la concha del caracol, por su atractivo y por su durabilidad, con fines ornamentales o incluso como recipiente, herramienta o instrumento musical. Algunas especies de caracoles (como el caracol gigante africano) son consideradas especies invasoras que pueden producir graves alteraciones ambientales. Otras especies son más benignas y son utilizadas como control biológico para evitar que otras plagas arrasen con los cultivos. Ciertas especies de caracoles son aprovechadas con fines médicos o estéticos pues se ha demostrado que los caracoles de la especie Cornu aspersum segregan una sustancia que puede ayudar a regenerar la piel dañada.
En este apartado describimos las principales particularidades fisionómicas de los moluscos univalvos o gasterópodos con concha.
El principal rasgo característico de los caracoles es una concha en forma de espiral. Esta concha está compuesta por carbonato de calcio y crece conforme el caracol va desarrollándose. El crecimiento de la concha se da a través de un proceso que es conocido por los biólogos como de crecimiento aditivo. Esto quiere decir que cada vez se va agregando una nueva capa adicional de carbonato de calcio a la parte externa de la coraza que la va haciendo más grande. Cuando el caracol es más joven la primera parte del caparazón que se desarrolla es la parte central del espiral. Luego, unas glándulas que se encuentran en la zona dorsal del cuerpo del caracol (conocido por los biólogos como manto) segregan el carbonato de calcio y se forma una nueva porción de coraza. Cuando el caracol se hace adulto desarrolla una sección de concha con forma de labio que cubre parte de la apertura.
Los científicos describen a las corazas de estos moluscos gasterópodos como unas “complejas estructuras con patrón de espiral logarítmico”, lo que quiere decir que se van expandiendo hacia afuera. La mayoría de las conchas de estos moluscos crecen hacia la derecha, mientras que solo unas pocas crecen en sentido contrario. Si bien el proceso de crecimiento de estas estructuras de calcio se describe de forma sencilla, la verdad es bastante complejo y se da a una velocidad que depende de varios factores. En el caso de los caracoles marinos la velocidad y el nivel de crecimiento depende de:
El crecimiento de los caracoles terrestres también está condicionado por el entorno y la disponibilidad de recursos.
Teniendo en cuenta que existen distintas especies de caracoles, las dimensiones que pueden llegar a alcanzar estas criaturas son muy diversas. Algunos caracoles pueden llegar a medir unos pocos milímetros mientras que otras especies alcanzan longitudes notables. Entre los caracoles más grandes destacan:
La anatomía de los caracoles es bastante particular. Por lo general los especialistas la dividen para su estudio en: rasgos fisionómicos internos y rasgos fisionómicos externos. La fisionomía externa del caracol comprende la concha y la zona blanda del cuerpo que la sostiene. Esta parte blanda de la anatomía del caracol es húmeda, viscosa y carece de patas, pero cuenta con un “pie muscular”, una zona conocida como “pie ventral muscular” que le permite al caracol moverse a través de una sucesión de movimientos ondulantes. La cabeza del caracol es fácilmente reconocible en ocasiones gracias a la presencia de dos pares de tentáculos que ciertas especies de caracoles terrestres pueden ocultar a voluntad. Esos tentáculos cumplen funciones sensoriales. En algunas especies el par superior de tentáculos cuenta con ojos mientras que el par inferior es un órgano olfatorio. Una característica bastante particular del interior de los caracoles es que la mayoría de sus órganos se encuentran muy juntos. Las vísceras de estas criaturas carecen de separación porque permanecen cubiertas por el manto, que es una sección muscular del cuerpo del caracol que las protege.
Al respecto de la alimentación del caracol las personas suelen hacerse muchas preguntas, la primera es: ¿Qué come el caracol? Los caracoles terrestres tienen una alimentación muy variada. La mayoría de los caracoles que habitan en la tierra son herbívoros que se alimentan de hojas. Otros son criaturas omnívoras que pueden comer hojas, tallos, parte de la corteza blanda de los árboles, frutas, hongos. Algunos caracoles pueden llegar a comer yeso, cal, pequeñas piedras y hasta huesos para elevar los niveles de carbonato cálcico que les resulta vital para mantener la salud de su concha. Ciertos caracoles, como los que pertenecen a la familia rhytididae que habitan en Oceanía, son conocidos por ser grandes carnívoros terrestres. Por su parte los caracoles marinos comen algas y plancton.
Esta es la segunda pregunta más frecuente que formulan los entusiastas de los caracoles al observar que, aparentemente, estas criaturas carecen de boca dentada. La verdad es que los caracoles tienen una boca situada en la parte posterior de sus cabezas. La “boca” por donde los caracoles comen recibe el nombre de rádula y es descrita por los biólogos especialistas en moluscos como una especie de lengua o cinturón muscular provisto de centenares de dientes minúsculos que, en lugar de morder los alimentos, los raspan y de ahí pasan al esófago para comenzar la digestión. Según los científicos los caracoles no someten a la comida a un proceso de masticación si no de radulación. Esta radulación es más lenta que la masticación normal, pero pese a la lentitud de su forma de alimentación los caracoles son bastante voraces. En aquellos lugares donde estas criaturas atacan los cultivos es posible escuchar el crujido de las hojas y de los tallos de las plantas cuando son trituradas por los dientes microscópicos de estos moluscos. La rádula de los moluscos univalvos con concha tiene un proceso de reemplazo de dientes parecido al de los tiburones, donde la hilera posterior reemplaza a la hilera de dientes del frente.
Los caracoles habitan en casi todos los ecosistemas del planeta, incluso algunas especies como notodiscus hookeri viven en los territorios de la región sub Antártica. Los caracoles pueden ser encontrados en:
Todo lo que los caracoles necesitan para vivir es oxígeno, comida y un entorno donde puedan mantener la humedad de su cuerpo. Una de las razones por las cuales estas criaturas se encuentran en paisajes tan diversos es por su capacidad de adaptación y porque cuentan con una concha que les sirve de protección.
La longevidad de los caracoles varía en función de la especie, las condiciones del entorno y la disponibilidad de recursos. Algunas especies de caracoles en su hábitat natural viven un año, otras tres años. La mayoría de las especies de mayor tamaño pueden vivir en estado salvaje hasta diez años. Los científicos aseguran que los caracoles pueden vivir más tiempo en entornos controlados, como es el caso de los ejemplares de la especie helix pomatia, que han llegado a vivir más de veinticinco años en cautiverio.