El lobo canis lupus es muy parecido al pastor alemán, pero con las orejas más cortas y la cabeza más ancha. El pelaje varía según su distribución geográfica, con unos tonos que van del gris pardo al pardo rojizo. La subespecie ibérica –signatus- puede llegar a medir entre 130 y 190 centímetros de la cabeza a la punta de la cola y pesar entre 20 y 60 kilogramos.
El lobo ibérico al igual que la mayoría de los mamíferos ibéricos, es un animal de costumbres nocturnas. De conducta gregaria, en las manadas de lobos existe una estructura social muy organizada. El macho dominante se distingue por llevar siempre la cola erguida, y los demás machos adoptan ante él una actitud sumisa.
En contra de lo que siempre se ha creído, el lobo es un animal sumamente beneficioso para el hombre porque juega un importante papel de control sobre las poblaciones de herbívoros.
Debido a la continua persecución a que ha sido sometido sobre todo en el sur de Europa, el lobo canis lupus se ha visto obligado a confinarse a zonas menos accesible, partes altas de las montañas y áreas boscosas apartadas de los núcleos habitados. Sólo cuando los rigores del tiempo hacen la vida allí imposible desciende a los valles.
A causa de la leyenda negra que desde siempre ha pesado sobre él, nuestro amigo el lobo ha desaparecido de casi toda la geografía europea. Hoy en día cuenta con pequeños reductos de población en zonas montañosas de la península ibérica, se encuentra en Galicia, Asturias, León, Burgos, Extremadura y Andalucía.
El lobo ibérico es un carnívoro muy voraz. Su dieta la componen grandes piezas, como ciervos, muflones o jabalíes, que abaten tras una organizada y posterior acorralamiento de la presa en grupo. No desdeñan las piezas menores, como conejos, roedores, reptiles, incluso peces y hasta carroña.
Al escasear las grandes piezas, los lobos se han visto obligados muchas veces a atacar a animales domésticos y rebaños, de su inmerecida fama.
El lobo canis lupus puede llegar a tener una camada de 3 a 5 lobeznos, que nacen en una guarida subterránea, con varias galerías de entrada y de salida. Dentro de estas guaridas permanecen entre 15 y 25 días, siendo amamantados por su madre. A partir de la tercera semana empiezan a dar síntomas de independencia.