El oso pardo es el mamífero terrestre más pesado y voluminoso de la fauna europea. La longitud del tronco y cabeza oscila entre los 1,70-2,5 metros. Su peso varía mucho en función de la edad y el sexo, está entre los 90 y 250 kilos. El oso ibérico, menor que el norte europeo, tiene las puntas del pelaje amarillentas y las patas pardo oscuras. De movimientos lentos y caminar ondulante, es capaz, sin embargo, de cortos galopes cuando huye o ataca. Es de los pocos cuadrúpedos habituados a ponerse en pie sobre las patas traseras, postura que adopta como defensa o para acceder a ciertas fuentes de alimentación.
El oso pardo a pesar de su mala fama de animal fiero, sólo ataca cuando se siente acorralado.
El oso pardo precisa de un hábitat muy concreto para vivir, lejos de todo núcleo habitado, porque no soporta ser molestado. Prefiere los bosques caducifolios, hayedos y robledales, o bosques mistos de alta montaña entre 1000-2500 metros de altitud. A mediados de diciembre, con la llegada de los fríos, el oso entra en un período de dormitancia, que no de letargo completo. Machos, hembras y sus crías pasan el invierno por separado en oquedades bajo los árboles o en grutas naturales.
El oso pardo tiene una alimentación omnívora, aunque la mayor parte de su dieta son vegetales como frutos (avellanas, castañas, hayucos), hongos, tubérculos y hojas nutritivas. También siente especial predilección por la miel y las hormigas, y no desdeña la carne. Caza desde pequeños mamíferos, como ratones, a grandes ungulados, como ciervos y corzos. Tampoco desprecia la carroña.
El oso es un animal monógamo. El oso macho busca cada año la misma hembra, que una vez fecundada abandonará sin miramientos. De enero a finales de febrero, en el refugio invernal, nacen los oseznos que son poco más grandes que un palmo, no tienen dientes y su pelo es escaso. Los jóvenes dejan de mamar a los 4 meses y alcanzan la madurez sexual a los 3 años.